ALFONSO BREZMES
COMME D´HABITUDE
Hablábamos de la Nouvelle Vague
con la arrogancia de quien no sabe
que algo está pasado de moda,
Hablábamos de la Nouvelle Vague
con la arrogancia de quien no sabe
que algo está pasado de moda,
y jugábamos a los poetas malditos
corriendo por puentes y museos
a punto de cerrar, como en esas pelis
antiguas de Godard o de Truffaut donde
la conciencia es una voz en off y la vida
un viejo fotograma en blanco y negro.
La juventud nos pilló demasiado tarde,
bajo los adoquines de una calle donde
no se escondía la playa y, pese a todo,
fue dulce el amor, ese disparo a bocajarro
en el cielo estrellado de dos bocas
que nunca acaban del todo de saberse.
Ella, os lo juro, era hermosa como un día
de verano, y yo leía con erres imposibles
como si todos fuésemos Cortázar, y lucía
una bufanda muy fea que daba vueltas y más
vueltas por toda la manzana de mi calle,
hasta acabar siempre enredada
en los lejanos suburbios de su cuello.
Un día voló -no la bufanda, sino ella-
como suelen volar las cosas que no tienen
alas, pero que huyen de puntillas
para no hacer mucho ruido, y yo
soy ahora esa voz en off que aún suena
en una vieja peli de Truffaut o de Godard
donde la vida sigue siendo –qué remedio-
un viejo fotograma en blanco y negro.
corriendo por puentes y museos
a punto de cerrar, como en esas pelis
antiguas de Godard o de Truffaut donde
la conciencia es una voz en off y la vida
un viejo fotograma en blanco y negro.
La juventud nos pilló demasiado tarde,
bajo los adoquines de una calle donde
no se escondía la playa y, pese a todo,
fue dulce el amor, ese disparo a bocajarro
en el cielo estrellado de dos bocas
que nunca acaban del todo de saberse.
Ella, os lo juro, era hermosa como un día
de verano, y yo leía con erres imposibles
como si todos fuésemos Cortázar, y lucía
una bufanda muy fea que daba vueltas y más
vueltas por toda la manzana de mi calle,
hasta acabar siempre enredada
en los lejanos suburbios de su cuello.
Un día voló -no la bufanda, sino ella-
como suelen volar las cosas que no tienen
alas, pero que huyen de puntillas
para no hacer mucho ruido, y yo
soy ahora esa voz en off que aún suena
en una vieja peli de Truffaut o de Godard
donde la vida sigue siendo –qué remedio-
un viejo fotograma en blanco y negro.
Alfonso BrezmeS
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