martes, 12 de julio de 2016

IVÁN ROJO / –Oye, ¿seguro que estás bien?



Desperté decidido a dar un giro a mi vida así que salí de casa y di mi vuelta a la manzana en sentido contrario al de costumbre. Luego volví y me preparé un sándwich, un sándwich que resultó ser vegetal, para mi propia sorpresa. Pensé en hacer también un zumo de naranja, pero no encontré ninguna en la cocina. Estaba terminando de comerme el sándwich ahí de pie frente a la encimera, pensando en mi flamante plan de acción, mi pequeña revolución, cuando sonó el teléfono. Era mi hermano. No quería nada en particular, solo saber qué tal estaba.
–Bien –le contesté, y empezamos a hablar de nuestras cosas.
Me comentó algo sobre el carburador de su coche. También me resumió el libro que acababa de leerse, un diario de viajes. Yo le conté lo que había oído en la radio mientras me duchaba: que en algún lugar de la isla de Vancouver habían encontrado una seta que tenía la típica cara de Cristo impresa en el sombrero, pero con gafas de sol. Quise hablarle también sobre mi decisión, lo de empezar a hacer bien las cosas, todo eso. Incluso pensaba contarle lo de la entrevista del día siguiente. Pero me interrumpió:
–Oye, ¿seguro que estás bien?
Le respondí lo que se suele responder:
–Sí, claro, perfectamente.
–No sé, tío –insistió él–, te encuentro raro... No pareces tú.
No me gustó oír eso. Sobre todo porque yo tenía una sensación muy parecida sobre mí mismo. Durante unos segundos me quedé callado, nublado, pensativo. Engullí el último bocado del sándwich y le dije:
–Te llamo en diez minutos, ¿vale?
Salí de nuevo a la calle y recorrí la manzana en la dirección habitual. Hice un alto en el estanco, si no recuerdo mal.
De nuevo en casa me serví una taza del café de anteayer, lo enterré en azúcar, acerqué una silla a la ventana y le devolví la llamada a mi hermano. Reanudamos la conversación. Charlamos durante un buen rato, por lo menos cuatro cigarrillos. Estuvo bien, sí, realmente bien. En cierto momento vi surcar el cielo una nube con forma de caballo rampante.
Después me despedí de él un tanto precipitadamente. De pronto tenía ganas de ponerme a trabajar. Todo volvía a ser como siempre.






Textos de Iván Rojo en :

https://ivanrojo.wordpress.com/





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