martes, 31 de diciembre de 2013

MANUEL SCORZA / Epístola a los poetas que vendrán

MANUEL SCORZA

Epístola a los poetas que vendrán


Tal vez mañana los poetas pregunten

por qué no celebramos la gracia de las muchachas;

quizá mañana los poetas pregunten

por qué nuestros poemas

eran largas avenidas por donde venía la ardiente cólera.

Yo respondo: por todas partes se oía llanto,

por todas partes nos cercaba un muro de olas negras.

Iba a ser la poesía

una solitaria columna de rocío?

Tenía que ser un relámpago perpetuo.

Yo os digo:

mientras alguien padezca,

la rosa no podrá ser bella;

mientras alguien mire el pan con envidia,

el trigo no podrá dormir;

mientras los mendigos lloren de frío en la noche,

mi corazón no sonreirá.

Matad la tristeza, poetas.

Matemos a la tristeza con un palo.

Hay cosas mas altas

que llorar el amor de tardes perdidas:

el rumor de un pueblo que despierta,

eso es mas bello que el rocío.

El metal resplandeciente de su cólera,

eso es mas bello que la luna.

Un hombre verdaderamente libre,

eso es mas bello que el diamante.

Porque el hombre ha despertado,

y el fuego ha huido de su cárcel de ceniza

para quemar el mundo donde estuvo la tristeza.




Manuel Scorza Torres (Huancavelica, 9 de septiembre de 1928 - Madrid, 27 de noviembre de 1983) fue un novelista , poeta y editor peruano de la Generación del 50, atento a los fenómenos sociales y auscultador de problemas del momento de la nación peruana . Uno de los más altos narradores perteneciente al Indigenismo o Neoindigenismo peruano, junto con sus compatriotas Ciro Alegría y José María Arguedas, cultivador del realismo mágico, pero un tanto desaliñado. Ganó los dos primeros premios en los Juegos Florales del IV centenario de la Universidad Nacional Autónoma de México (1952) y obtuvo Premio Nacional de Poesía José Santos Chocano (1956).


 
 Manuel Scorza

 
 
Luego de vivir en Acoria (Huancavelica) viaja a Lima, en donde realizó su formación escolar en el Colegio Militar Leoncio Prado, el mismo donde estudiaron también el novelista Mario Vargas Llosa y el periodista César Hildebrandt, entre otros. En 1945 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y comenzó una etapa de febril actividad política, miltando en el Apra.[1]
En 1948, a los 20 años, Scorza se vio obligado a salir del país en calidad de exiliado tras el golpe de estado del general Odría y la implantación de un gobierno autoritario. Se estableció en París, Francia, donde aprendió francés y obtuvo un trabajo de cierto prestigio: lector de español en la Escuela Normal Superior de Saint-Cloud.
Muchos de los versos que integrarían su primer poemario, Las imprecaciones (1955), son fruto del desconsuelo en que se hallaba inmerso.Vuelve al Perú durante el gobierno de Manuel Prado, que contaba con el apoyo de los apristas.
Sin embargo, fue en su obra narrativa, de la que Alejo Carpentier, el abarrocado, fue uno de sus maestros, donde Scorza encontró el espacio ideal para tocar a profundidad los problemas del Perú profundo: contradicción entre los campesinos y la explotación minera por grandes compañías extranjeras.
Su primera novela, Redoble por Rancas (1970), forma parte de un ciclo denominado "La balada", "las Cantatas" o "La guerra silenciosa", donde, desde una óptica eminentemente poética que fusiona mitos ancestrales e historia, Scorza muestra la antigua lucha de los campesinos para recuperar sus tierras. Las demás novelas que componen este ciclo, Historia de Garabombo el Invisible (1972), El jinete insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977) y La tumba del relámpago (1979), continúan uniendo el realismo social a la fantasía poética. Esta serie de novelas, traducida a más de cuarenta idiomas, se ha constituido en una de las más difundidas y reconocidas de la literatura peruana en este siglo.
En 1968, en plena efervescencia de las luchas campesinas en la sierra central y en virtud a su activa participación a través de un movimiento político indigenista, tuvo que abandonar de nuevo el país. Llevó consigo dos manuscritos: El vals de los reptiles y Redoble por Rancas, un poemario y una novela respectivamente, ambos de 1970.
En 1981 fue el primero de una lista de escritores de fama internacional que el diario Il Mattino había invitado a Nápoles para que escribieran una serie de artículos sobre la ciudad que un terremoto había vuelto a asolar tras un leve resurgimiento en los años 1980. En 1983 y después de haber publicado en febrero de ese año su última novela, La danza inmóvil, que significaba una ruptura radical con el ciclo de "La guerra silenciosa", el Boeing 747 Vuelo 11 de Avianca en el que iniciaba viaje rumbo a Bogotá junto a otros intelectuales para participar en un congreso que pretendía hacer balance de la cultura hispanoamericana, se estrelló contra una colina en su aproximación al aeropuerto de Madrid.






 


América, no puedo escribir tu nombre sin morirme...
 
 
América,
no puedo escribir tu nombre sin morirme.
Aunque aprendí de niño,
no me salen derechos los renglones;
a cada sílaba tropiezo con cadáveres,
detrás de cada letra encuentro un hombre ardiendo,
y no puedo ni cerrar la a
porque alguien grita como si se quedara dentro.

Vengo del Odio,
vengo del salto mortal de los balazos;
está mi corazón sudando pumas:
sólo oigo el zumbido de la pena.

Yo atravesé negras gargantas,
crucé calles de pobreza,
América, te conozco,
yo mismo tendí la cama
donde expiró mi vida vacía.

Yo tenía dieciocho años
yo vivía
en un pueblo pequeño,
oyendo el diálogo de musgo de las tardes,
pero pasó mi patria cojeando,
los ahogados empezaron a pedir más agua,
salían de mi boca escarabajos.
Sordo, oscuro, batracio, desterrado,
¡era yo quien humeaba en las cocinas!

¡Amargas tierras,
patrias de ceniza,
no me entra el corazón en traje de paloma!
¡Cuando veo la cara de este pueblo
hasta la vida me queda grande!
¡Pobre América!
En vano los poetas
deshojan ruiseñores.
No verán tu rostro mientras no se atrevan
a llamarte por tu nombre, ¡América mendiga,
América de los encarcelados,
América de los perseguidos,
América de los parientes pobres!
¡Nadie te verá si no deshacen
este nudo que tengo en la garganta!



De "Las imprecaciones" 1955
 
* * * * * 
 
 
 
 
 

EL DESTERRADO
 
Cuando éramos niños,
y los padres
nos negaban diez centavos de fulgor,
a nosotros
nos gustaba desterrarnos a los parques,
para que vieran que hacíamos falta,
y caminaran tras su corazón
hasta volverse más humildes y pequeños que nosotros.


Entonces era hermoso regresar!  
Pero un día
parten de verdad los barcos de juguete,
cruzamos corredores, vergüenzas, años;
y son las tres de la tarde
y el sol no calienta la miseria.
Un impresor misterioso
pone la palabra tristeza
en la primera plana de todos los periódicos.


Ay, un día caminando comprendemos
que estamos en una cárcel de muros que se alejan...


Y es imposible regresar.
  


 


 



 

 
 
 

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